Hoy
celebramos la destrucción de una maldad que ha plagado nuestra
tierra durante los últimos tres años. El amanecer de la batalla
llegó a nosotros, y durante ella, resistimos. Rokugan resistió
junto contra un enemigo común, nuestras armas ya no se amenazaban
entre ellas, sino a un enemigo mayor.
Cuando
los Truenos llegaron al palacio aquella oscura mañana, miré
hacia el cielo y sentí el viento sobre mi rostro. He estado en
muchas batallas, pero esta... esta era diferente. No habría táctica,
ni maniobras, solo valor contra la oscuridad. Miré a los rostros
de mis compañeros mientras atravesábamos los salones vacíos de
Otosan Uchi. El descendiente de Shinsei nos guiaba, su cuervo
negro aleteaba como un pedazo de noche al que le hubiesen dado
alas. Una leyenda, a la que habían dado forma. Sentí el viento
frío de nuevo y solo pude temblar.
Cuando nos encontramos con el Emperador, la batalla fue fiera. La
sangre corría ante mis ojos, las lágrimas de los condenados, y
luché como un poseído. Cuando el Oscuro nos repelió, creí que
no lucharía más. Creí que no había esperanza - que el valor
solo no era suficiente. Entonces la vi a ella.
Quizás
fue la sangre, o quizás mi propia debilidad trayéndome sombras
del pasado en mi hora de necesidad, pero la vi a mi lado. Y con el
susurro de la ola en mi oído - o el rugido del valor de un León
- pude ponerme en pie. Con sangre en mis ojos, y el suave roce de
la mano de Tsuko, golpeé el corazón de la bestia. Sentí mi hoja
atravesar el cuerpo mientras Hoturi cortaba la cabeza.
Me
alegré de dejar aquel lugar.
Fuera
del palacio del Emperador, los campos estaban ennegrecidos por la
sangre y la guerra.
Había
muchos hombres en pie fuera de los muros enfrentándose a la horda
malvada, y muchos de ellos cayeron. Hombres buenos cuyas vidas han
forjado el nuevo Rokugan.
Fuera
de la sala del Trono del Señor Oscuro, trepé los muros del
palacio y observé lo que quedaba de la batalla. Vi como el sol
iluminaba los campos cubiertos de sangre oscura. Los cuerpos de
los muertos eran incontables. Entre ellos, vi los estandartes caídos
de amigos.
Pero
contra todo pronostico, hemos prevalecido. Tsunari, de los Ikoma,
seguía luchando en los campos debajo de mí. Hida O-Ushi y
Daidoji Uji, luchando codo con codo.
A
los flancos de la batalla, los Unicornio dirigían a los grupos de
Trasgos a emboscadas creadas por los hombres de Yoritomo, y los
shugenja Fénix aguantaban, defendidos por samurai Escorpión. Es
un extraño amanecer, que nos ha traído tanta muerte y sin
embargo tanta esperanza por el nuevo comienzo.
Es
un nuevo día y una nueva era. El amanecer de un nuevo destino.
Aquellos que han vivido para ver este día pueden alzar sus ojos a
la Madre Sol y agradecer a las fortunas sus vidas. Aquellos que no
pueden - Isawa Tadaka, Hida Sukune.
Hoturi
- mi amado amigo, con su risa y sus resplandecientes ojos, que me
conocía tan bien...
Y
Tsuko
Los
diez mil hombres que yacen en el campo de batalla debajo de mí.
Debemos recordar sus nombres y su honor. Me han pedido que os
dirija, para darle significado a sus muertes y a vuestras propias
vidas.
Entonces
vi, seguid a mi lado ahora como habéis hecho antes, y
devolveremos el esplendor de las antiguas glorias de Rokugan.
Purgaremos lo que quede de la corrupción del Oscuro de esta
tierra, y nos alzaremos en la fundación de un nuevo y brillante
futuro.
Lo
juro.
Toturi
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