Hermanos
del Mono
por Stan!
Segunda Parte
“¿Qué
crees que hay dentro?” Preguntó Kyoji.
Sostuvo la
negra y lacada caja de madera con su brazo extendido. No era muy
impresionante. La verdad, Toku, su padre y Campeón del Clan del Mono, poseía
muchas cajas así. Si, el monograma del Clan del Mono estaba grabado
en la tapa con un delicado y brillante papel dorado – pero no estaba grabada
con una destreza especial.
“No importa,”
dijo Koto. “Solo tenemos que entregarlo a Aoki-sensei. ¿Qué importa lo que
tenga dentro?”
Con once años,
Koto era lo suficientemente mayor como para reconocer cuando Toku estaba
dispuesto a aceptar la juguetona curiosidad de sus
hijos, y cuando era mejor para los chicos simplemente obedecer las
instrucciones al pie de la letra. Kyoji, aunque tres años mayor, parecía que
aún no había dominado esa habilidad.
Mientras
andaban por el tortuoso camino hacia Mishima Jingu, el chico mayor dio
vueltas a la caja en sus manos. Incluso a través del acolchado de seda que
cubría el interior de la caja, podía sentir un objeto pequeño y pesado
moviéndose de un lado a otro.
“Parece una
roca,” dijo. Cada vez que daba una vuelta a la caja, había un leve pero
claro thunk. “¿Por qué mandaría padre una roca a Aoki-sensei?”
Frustrado,
Koto puso los ojos en blanco.
“No es una
roca.”
“¿Entonces qué
es?” Volvió a preguntar Kyoji.
“Es un
recado,” dijo Koto, “uno que tenemos que hacer para poder ganar el perdón de
padre. Si no podemos hacer este tan simple encargo, seguro que padre
pospondrá tu gempukku. Por lo que deberíamos llevar al templo lo que sea
eso, lo más rápidamente posible.”
Sobre todo,
Kyoji no quería más que convertirse en samurai. Había trabajado duro para
preparar la ceremonia de su gempukku. Practicaba todos los días con su
bokken, estudiaba caligrafía y haiku con sus tutores siempre que era
posible, y nunca dejaba pasar una oportunidad para decirle a su padre lo
orgulloso que un día le haría sentir. Ahora, a un mes vista de su mayoría de
edad, el destino parecía conspirar contra él. Kyoji tenía que probar
su valía para que Toku le permitiese dar ese crucial paso.
“No puedo
creer que mi futuro dependa de que entreguemos una roca a ese viejo mago,”
se quejó.
“¡No es
una roca!” Gritó Koto.
Kyoji agitó la
caja más fuertemente que otras veces. El sonido de dentro era más fuerte,
pero seguía siendo igual que el de una roca rebotando contra madera lacada.
“Definitivamente una roca,” dijo Kyoji y agitó aún más fuertemente la caja.
“¡Para!” Le
urgió Koto.
“¿Por qué?”
Preguntó Kyoji. El chico volvió a agitar la caja. “Solo es una roca.” Y otra
vez. “No hay nada que pueda hacer para romper una roca.”
Sudor caía por
la frente de Koto. Tenía tantas ganas como los demás de que su hermano
hiciese el gempukku.
“¡Para!”
Dijo, y le dio un puñetazo en el hombro a Kyoji.
Quizás eran
las sombras del atardecer las que disminuían la vista del chico mayor.
Quizás Koto era más fuerte de lo que creía. O quizás fracasar era
simplemente el karma de los chicos. Cualquiera que fuese la razón, el golpe
hizo trastabillar a Kyoji. El chico mayor tropezó y cayó de bruces en mitad
del camino, la caja lacada resbalándose de su mano y dando vueltas por el
aire.
La caja rebotó
una vez – luego otra – y otra vez más, finalmente deteniéndose a unos
metros, con la tapa rota, a un lado de la caja, sobre el camino.
Ambos chicos
estaban helados de miedo - Kyoji tirado en el suelo y Koto de pie junto a
él. Ninguno de los dos emitieron sonido. Simplemente miraron a la caja – la
que su padre les había confiado para que la entregasen a salvo – sobre la
tierra.
Repentina y
simultáneamente, se pusieron en movimiento, y corrieron hacia donde estaba.
La caja estaba
marcada, la laca rayada en cada superficie y la seda estaba manchada con
manchas de barro, pero no estaba rota. Como Kyoji había observado, para
empezar, la caja no había sido muy bonita. Quizás Aoki-sensei no notaría que
estaba más desgastada de lo que debería estar.
“Está vacía,”
dijo Koto en un ronco susurro.
Claramente,
con la tapa abierta, el contenido se debía de haber caído.
“Mira por
alrededor,” ordenó Kyoji. “¡Encuéntralo y ponlo otra vez dentro!”
“¿Buscar el
qué?” Preguntó Koto, pánico notándose en su voz.
“¿Como quieres
que lo sepa?” Contestó su hermano mayor. “¡No me dejabas echar una miradita
dentro! Busca algo parecido a una roca.”
“¡No es
una roca!”
“Lo sé,” dijo
Kyoji. “Pero hacía un ruido como una roca. Por lo que busca algo parecido
a una roca, que no sea una roca, y que tenga que ser lo que
había dentro.”
A pesar de lo
ridículo que eso le sonaba a Koto, no podía pensar en algo mejor, por lo que
se puso a cuatro patas, y empezó a gatear, pasando sus manos sobre el
polvoriento camino. La luz del atardecer se iba, por lo que su única
esperanza de encontrar el objeto perdido era por el tacto.
“Padre estará
furioso,” dijo el chico más joven.
“Lo sé,”
balbuceó Kyoji.
“Seguro que
cancela tu gempukku.”
“¡Lo sé!”
“¡Tenemos
que encontrar esa cosa ahora mismo!”
“¡LO SÉ!”
Gritó Kyoji. “¿Crees que soy un idiota? Sé – ¡eh!”
“¿Qué has
encontrado?” Preguntó Koto. Se puso de pie, y se dio la vuelta, esperando
ver a su hermano sosteniendo triunfantemente algo en el aire. En vez
de eso, vio a Kyoji, aún a cuatro patas, rodeado por un grupo de cinco
hombres. Cuatro de ellos llevaban sucios kimonos y parecían no haberse
afeitado desde hace varias semanas.
“Bandidos,”
dijo Kyoji con voz forzada. Uno de los bandidos blandía una kama y tenía la
hoja de la guadaña contra el cuello del chico. Los demás llevaban ‘tanto’ y
miraban amenazadoramente a Koto.
El quinto
hombre era más alto que los demás. También estaba más limpio, mejor vestido,
y llevaba en su mano derecha una gran piedra con forma de cuña. La piedra
había sido pulida hasta que su superficie resplandeciese, e incluso desde lo
lejos que estaba, Koto podía ver palabras o imágenes grabadas en su
superficie.
“¿Les matamos,
Hayato-sama?” Preguntó uno de los bandidos.
¿Hayato?
Pensó Koto. ¿El Señor de los Bandidos Hayato?
“Quizás,” dijo Hayato.
Levantó la piedra y la miró intensamente. “Después de todo, está claro que
este es un premio por el que merece la pena matar.”
Continuará...
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